PRIMER VUELO SOLO

Aviación militar mexicana

PRIMER VUELO SOLO

Aviación militar.

En recuerdo y homenaje a todos aquellos que algún día tuvieron su PRIMER VUELO SOLO en los aviones de la Fuerza Aérea Mexicana.

 
De todos los mejores momentos en la vida de un aviador, de los más importantes es sin duda el “primer vuelo en solo”, estresante, jocoso, magnífico. Se logra un sentimiento de soledad y libertad sin límite.

 
Los pioneros de la aviación mundial lo realizaban de forma autodidacta y una gran cantidad de ellos pagaron con sus huesos y hasta con su vida tal atrevimiento; bien documentado está que la enseñanza recorrió un largo camino para llegar al “doble control” que desde su invención hasta nuestros días es la norma.

 
En México no fue muy diferente a otras partes del mundo, a base de prueba y error lograron “saltos” en sus planeadores y posteriormente “vuelos” en sus aviones ya con motor y algunos de ellos con el privilegio de su status social aprendieron a volar en Europa y los USA.

 
Luego del nacimiento de la aviación militar en 1912 y al incrementarse la necesidad de aviadores posteriormente, en principio se contrataron mercenarios que complementaron a los muy contados pilotos mexicanos (hasta donde sabemos no más de 10 pilotos y no todos incorporados en la aviación nacional); para fines de 1915 y al inaugurar la entonces Escuela Nacional de Aviación, para la enseñanza se tomaron los métodos que ya se conocían y se practicaban en Europa, esto es clases teóricas de varios tópicos en los que se incluía como obligatorio la mecánica y la carpintería, por supuesto lo que se sabía de navegación aérea, aerodinámica, meteorología, tiro al blanco, señales (ópticas y clave morse), etc.



 

Los instructores enseñaban lo que sabían… con instrucciones y pláticas… desde tierra, inicialmente hubo dos, Leonard Bonney (USA) y Jorge Puflea (Rumania) que luego de “instruir a sus pupilos”, dejaban que estos abordaran el entonces único avión de instrucción que se tenía, un monoplano Blériot XI que llevaba pintado bajo sus alas “EJÉRCITO MEXICANO”, estos con gran arrojo e impericia iniciaban las “carreras por tierra” en línea recta, cuando ya dominaban esa técnica (muy jocosa y llena de incidentes por supuesto, en donde el “aspirante” se la pasaba “repartiendo tierras”), pasaban a la fase de “saltos” que no siempre se quedaba en eso pues hubo quién en su emoción e incertidumbre de no saber volar y mucho menos aterrizar, se iban efectivamente volando fuera del campo de prácticas; estos fueron muy al principio incidentes sin intención, solo que no faltó el que ansioso de volar, ya con toda la intensión lo hiciera a propósito.


Esta situación de por sí muy peligrosa, se subsanó al colocarle al Blériot un “tope” que impedía que el osado alumno pudiera jalar de más el control y se quedara volando “bajito”. Otra medida tomada del ejemplo en Europa de usar aparatos para ese tipo de instrucción fue la construcción de la entonces famosa “guajolota” (en dos versiones) una que volaba bajito y la otra versión con alas recortadas que de plano no volaba.

 

 
En esta corta narrativa, es preciso puntualizar que los dos instructores extranjeros tuvieron un fuerte altercado con el jefe de talleres, el italiano Francesco Santarini Tognioli  (que dentro de sus atribuciones, se tomó la de diseñador aeronáutico), pues los incidentes eran muy frecuentes y los dos aviadores se negaban a volar en el Blériot por considerarlo muy peligroso, se llegó a decir incluso que estaban tratando de retrasar la instrucción por miedo a que, al tener pilotos mexicanos, a ellos se les acabara el empleo, algo totalmente fuera de la realidad. Este incidente llegó a los golpes y cuando el jefe de la Aviación Alberto Salinas se enteró, este ni tardo ni perezoso decidió poner fin al contrato de los dos rijosos junto con un mecánico también extranjero, quedando solamente Sanrtarini.

 


 


Al quedarse sin instructores, a Salinas no le quedó más remedio que tomar él mismo, el puesto de instructor y al no tener a la mano a nadie más, comisionó a Santarini como instructor, aun cuando éste no sabía volar, pero conocía de primera mano los secretos de tal enseñanza pues su vida anterior la había pasado pletórica de aventuras en su natal Italia; Francia, Bulgaria y los USA, de tal fortuna que gracias a él 37 pilotos mexicanos se graduaron bajo su tutela en los aviones biplanos de la Serie A,  (que él mismo había desarrollado a partir de uno de los monoplanos Morane-Moisant, veterano de las acciones de la Escuadrilla Aérea del Ejército Constitucionalista) fue tal su pasión y entrega que al realizar la primera prueba del Serie A el cadete Benjamín Becerril (esta decisión de utilizar a un alumno en lugar de uno de los pilotos graduados en Europa , fue tomada por Salinas en Base a que los aviadores que habían causado alta como alumnos hasta ese momento y que habían estudiado en Europa y que aún no convalidaban su título y otros, hablaban mal y con desconfianza del hermoso biplano que consideraban mal diseñado y peligroso), decía que al subir Benjamín al avión, Santarini no se quedó quieto y con gran aplomo,  de último momento y sorpresivamente, también él subió para esa primera prueba que fue un éxito total.

Es conveniente resaltar un hecho, de los pioneros mexicanos y de esas generaciones de aviadores de esa época dorada, no hubo un solo accidente fatal, por supuesto hubo muchos incidente pero nadie murió en su primer vuelo solo o en su instrucción, tomando en consideración la gran diferencia en cantidad de actividades aéreas que se realizaban en Europa y otros países, en ellos si hubo una cantidad apreciable de fallecidos que se incrementó de forma terrible al estallar la Primera Guerra Mundial, en donde al parecer hasta el 35% de pilotos fallecidos, fue durante su instrucción.

 

“EL TRAPO DE LA SOLTADA”

El sistema de enseñanza militar es por razón natural muy demandante, los alumnos dedican toda su atención y gusto a la instrucción de vuelo, transitando paso a paso las diversas etapas hasta llegar al momento sublime del PRIMER VUELO SOLO, en este devenir con toda seguridad habrá quienes no puedan llegar pues son eliminados por su incapacidad de adaptarse al tiempo especificado para cumplir las maniobras con seguridad, algunos de ellos tal vez pudieran hacerlo, pero el factor tiempo haría más onerosa la transición.

Dentro de las tradiciones más coloridas que se llevan a cabo en la Fuerza Aérea Mexicana hasta nuestros días, está la de colocar un pedazo de tela en la punta de una de las alas del avión en que el afortunado cadete realizará su primer vuelo solo, al ser la Escuela Militar de Aviación un internado, proviene casi siempre de una de las sábanas ministradas para vestir la cama, misma que las más de las veces es cortada en varias secciones y repartida entre varios cadetes, los que, con gran gusto y emoción dibujan caricaturas y motivos aéreos acordes al momento.

 

 


 


 


 


 

De igual forma, se preparan otros “artículos” acordes a la ocasión tan especial; uno de estos es la indispensable bufanda que tiene su origen en los años pioneros en donde por supuesto los aviadores se dieron cuenta del frio en las alturas (incluso con sol muy brillante), esta evolucionó hacia lo más práctico de la seda, pues en los combates de la Primera Guerra Mundial, los pilotos y observadores requerían estar moviendo la cabeza constantemente, lo que ocasionaba rosaduras muy molestas en el cuello… en México esa costumbre se arraigó y llegó a su clímax al cambiar las cálidas bufandas de algodón por tela de paracaídas y decorarlas con las alas doradas, no hay antecedente de cuando se empezó a utilizar tela de seda del paracaídas (debió ser posterior a los 30s, pues antes de esas fechas no se utilizaban esos aditamentos para salvar vidas…).

 


 

Aquí debo hacer un alto para recordar a un par de mujeres ejemplares que laboraban en la “Sección de paracaídas”, (1972) la Sargento 1° Enriqueta Mendoza Leal y la Sargento 1° Blanca, la ya entonces afamada Quetita que en 1935 efectuó el primer salto en paracaídas de una mujer en México, desde un avión Corsario, eran estas dos mujeres quienes con gran gusto tejían a mano las alas doradas en las bufandas o “gazné” para el aviador que requiriera esta prenda por módica suma.

 


 

Al llegar el esperado día de la soltada, el instructor hace varios aterrizajes con su alumno, llegado el momento y con la emocionada incertidumbre se baja, otros compañeros de su escuadrilla asisten al naciente aguilucho y amarran la “sábana o trapo de soltada” a la punta del ala izquierda  del avión pues el patrón de tránsito es de ese lado (en algunos casos al lado derecho) y… allá va!

 


 


 


 

Las emociones se entrelazan pues todo mundo en el Colegio del Aire está al pendiente y consciente que es un día de fiesta del que depende el “nacimiento de un águila”.

 
Luego de los aterrizajes bien ejecutados, viene la felicitación, con la satisfacción reflejada en su rostro el cadete desciende de su nave y se siente cubierto de estrellas… pues, a fin de cuentas, no se estrelló… aunque siempre a algunos les cuesta más trabajo que a otros.

Las felicitaciones son sinceras, de corazón, pues se sabe que ya ese alumno forma parte de un selecto grupo de individuos que dedicarán su pasión y profesionalismo a la Fuerza Aérea Mexicana. Los abrazos, las patadas, el caballo de hierro, las voraceadas, los tablazos y demás expresiones de entusiasmo a veces algo abusivo, son muy comunes y aceptadas con agrado pues dan muestra de amistad compañerismo, honor, valor y lealtad.

 


 


 


 


 


 

Lo relatado hasta ahora tiene injerencia exclusiva a los biplanos que tan magníficos resultados dieron durante su vida útil, al paso de los años y evolucionar el material de vuelo hacia cabinas cerradas, la tendencia de los gazné, empezó a declinar.

 
Luego de ese magno día de “SOLTADA”, vendrá la imponente ceremonia de IMPOSICIÓN DE MEDIAS ALAS, en donde según la época hasta el mismo presidente de la República las ha otorgado, siendo generalmente el instructor quién prenderá de la tela del lado izquierdo de la levita, a la altura del corazón, la tan preciada “MEDIA ALA”.

Poco después se llevará a cabo la ya organizada CENA BAILE DE MEDIAS ALAS en la que, con gran gala asisten familiares, amigos y todas las autoridades del Colegio del Aire, invitados especiales, etc.